miércoles, 29 de abril de 2015

¡Desperta Ferro!

   Adalides, almocatenes, almogávares,… nadie reconoce estos términos pero, antaño, fueron los que desterraron de Al-Andalus a los que ahora quieren recuperarlo usando las mismas tácticas de hace 8 siglos.
   Fue una de las mejores infanterías de todas las que han existido en la historia de la humanidad. Guerrilleros implacables que hacían palidecer a los soldados moriscos con el grito ¡desperta ferro! Eran los hostigadores de primera fila, la vanguardia, y se destacaron en las batallas en el reino de Granada y también, como ahora, cortaban cabezas, saqueaban, violaban, robaban, esclavizaban, secuestraban y asesinaban con el beneplácito de su religión, y en el caso de los almogávares, el beneplácito de la cristiandad. Combatían espada con espada, lanza con lanza, con guerra de guerrillas y realizando incursiones con comandos, algo tan habitual en los conflictos modernos, y su arrojo era inigualable.
   El soldado actual solo hace acto de presencia en contadas ocasiones, a pesar de que los medios de des-información nos quieren hacer entender que el planeta vive en un estado permanente de guerras y conflictos, lo cual es una enorme mentira y mezquindad. La actualidad militar está invadida por la presencia de la más avanzada tecnología desde finales de la Segunda Guerra Mundial y el comienzo de la Guerra Fría que no solo afectó a Europa sino a todo el globo. Y ese espionaje e información que ofrece la tecnología actual tiene su origen en la contención del islamismo en la península ibérica y los pioneros en la vanguardia de esas tácticas fueron los almogávares.
   Ya comenté en una ocasión que los conflictos actuales no son “nobles” en el sentido de una declaración formal de guerra porque el mundo se encuentra hoy en día, bien definido en cuanto a estados soberanos y fronteras (desde el fin de la Segunda Guerra Mundial) salvo casos aislados como Palestina, el Sahara, el Tibet y los dormidos pero latentes conflictos en Asia meridional (Abjasa, Chechenia, Nagorno-Karabaj,…), conflictos todavía remanentes de la WWII y de la extinción de la URSS.
   La riqueza cultural que proporciona cada religión es inmensa y debería ser inquebrantable. Las diferentes culturas son lo que enriquecen a la humanidad y hacen que avance hacia un futuro mejor. Deberían regresar los rudos almogávares y gritar de nuevo ¡desperta ferro!, para hacer temblar los cimientos del ser humano y no permitir que unos les impongan a otros sus creencias, sean las que sean, ni con el uso de la fuerza ni sin el uso de ella.
   En la genial e infravalorada película “The Double Man” basada en la novela “Legacy of the Spy”, le decía el malo a Dan Slater la lapidaria frase: `yo soy tú´. Esta frase contiene toda la esencia del hombre y las capacidades que se le atribuyen respecto a un ser social, racional y un ser que comparte. Pero la complejidad y velocidad de las sociedades avanzadas actuales alienan a ese ser social y no lo dejan opinar por sí mismo ni tener espíritu crítico ni con lo que le rodea ni consigo mismo. Hoy en día es más fácil ser oveja que pastor y todos conocemos a más ovejas que pastores porque los pastores sociales actuales no se muestran porque el simple hecho de mostrarse en público los atormenta.
   El hombre ya no sabe vivir en el campo y los trabajos que sustentaban a la humanidad hasta hace pocas décadas (labrar, recolectar, pastorear rebaños…) se están perdiendo en pos de los avances tecnológicos que nos apartan de la racionalidad y producen aislamiento. Todo es moda y todo es caduco.

   Por eso, tomo como mío el lema de los almogávares y reclamo a la sociedad más libertad para no acabar como el triste y melancólico protagonista del apabullante libro de Orwell “1984” y esperar que nuestra sociedad actual no se convierta en la sociedad podrida y maniatada que es el marco de esa inquietante narración. ¡Desperta ferro!, para luchar contra lo que nos produce daño y optar a no ser oveja. Hoy, así me siento.

domingo, 12 de abril de 2015

Hitler, el Marketing y la Política

   ¿Alguien ha visto alguna vez un discurso de Adolf Hitler? Yo sí. Muchos. Varias veces. Y la fuerza que transmiten es sobrecogedora incluso sin entender ni una sola palabra del idioma del Reich. Todo está medido al segundo y al milímetro: desde la creación de la infraestructura necesaria para un discurso de masas, pasando por la llegada del infame Adolfo a la tribuna, la perfecta filmación, los tempos, los distintos volúmenes del discurso, los ademanes y aspavientos y, claro está, el fondo de toda esa puesta en escena, el discurso en sí, aunque cualquier temática edificada sobre esa sólida base, crea en el espectador una tremenda sugestión bordeando la hipnosis. No es de extrañar, pues, que el Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (NSDAP) tuviera una explosión exponencial a partir de 1933 aunque Hitler lo comandaba desde 1921. La puesta de largo de la compleja red que captaba las mentes de los sufridos alemanes (sufridos porque recientemente acababan de salir de una de las guerras más sangrientas de la historia, la I Guerra Mundial, que los redujo política, geográfica y moralmente con fuertes restricciones debidas al Tratado de Versalles, culminadas en 2010, casi 100 años después del término de la contienda) se asemejaba a lo que actualmente se denominan “redes sociales” y todo ello a partir de una estructura fundamental en la Alemania nazi: el Ministerio de Propaganda, encabezado por el diabólicamente inteligente Joseph Goebbels, que llegó incluso a ser Canciller del Reich, aunque este hecho resultó efímero.
   El marketing orientado a la política es lo que se denomina propaganda (lo que echan en los buzones no, eso es publicidad, frase dirigida a los incultos) y Goebbls y Hitler sabían muy bien que era fundamental para sus propósitos controlar a la masa social. Hoy en día se piensa que Goebbls no tuvo tanta importancia para el régimen nazi como se pensaba pero está claro que la estructura de la propaganda nazi fue vital para el desarrollo del Reich.
   El marketing y la política actuales se basan en la fuerza de la imagen por encima de otros estímulos sensoriales del potencial cliente pero el Ministerio de Propaganda creó un decálogo+1 (once) principios que se llevan a cabo en la actualidad. Vienen a ser como el magnífico “El Arte de la Guerra” de Sun Tzu, que es atemporal. Los once principios de la propaganda que, hoy en día, se usan en el marketing y la política, a pesar de tener un origen puramente maquiavélico, son:

-Principio de simplificación y del enemigo único:
Adoptar una única idea, un único símbolo. Individualizar al adversario en un único enemigo.
-Principio del método de contagio:
Reunir diversos adversarios en una sola categoría o individuo. Los adversarios han de constituirse en suma individualizada.
-Principio de la transposición:
Cargar sobre el adversario los propios errores o defectos, respondiendo el ataque con el ataque. Si no puedes negar las malas noticias, inventa otras que las distraigan.
-Principio de la exageración y la desfiguración:
Convertir cualquier anécdota, por pequeña que sea, en amenaza grave.
-Principio de la vulgarización:
Toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida. Cuanto más grande sea la masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar. La capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión escasa; además, tienen gran facilidad para olvidar.
-Principio de orquestación:
La propaganda debe limitarse a un número pequeño de ideas y repetirlas incansablemente (lo que hoy se denomina `eslogan´), presentarlas una y otra vez desde diferentes perspectivas, pero siempre convergiendo sobre el mismo concepto. Sin fisuras ni dudas. De aquí viene también la famosa frase: "Si una mentira se repite lo suficiente, acaba por convertirse en verdad".
-Principio de renovación:
Hay que emitir constantemente informaciones y argumentos nuevos a un ritmo tal que, cuando el adversario responda, el público esté ya interesado en otra cosa. Las respuestas del adversario nunca han de poder contrarrestar el nivel creciente de acusaciones.
--Principio de la verosimilitud:
Construir argumentos a partir de fuentes diversas, a través de los llamados globos sonda o de informaciones fragmentarias.
-Principio del silencio:
Acallar las cuestiones sobre las que no se tienen argumentos y disimular las noticias que favorecen al adversario y contraprogramando con la ayuda de medios de comunicación afines.
-Principio de la transfusión:
Por regla general, la propaganda opera siempre a partir de un sustrato preexistente, ya sea una mitología nacional o un complejo de odios y prejuicios tradicionales. Se trata de difundir argumentos que puedan arraigar en actitudes primitivas.
-Principio de la unanimidad:
Llegar a convencer a mucha gente de que piensa "como todo el mundo", creando una falsa impresión de unanimidad.

   Estoy convencido de que estas once reglas son estudiadas en las facultades de periodismo, ciencias políticas (¿desde cuándo la política es una ciencia?, ¿desde cuándo es algo científico si son todo palabrerías?) y marketing y publicidad. Algunos las toman prestadas sin saber de dónde provienen ni las consecuencias que tuvieron en el pasado y otros, simplemente, las toman como suyas cuando quien las creó fue el régimen nazi para hacer lo que hizo y no llegar a hacer lo que tenía pensado. Propaganda, publicidad, marketing y política actual: Goebbels es el padre.

martes, 7 de abril de 2015

Sit Tibi, Ubicumque Pax

   El tiempo de recogimiento personal que supone la Semana Santa para los cristianos se ha de pasar guste o no ya que, en estos tiempos de intercomunicación inmediata, automática y sobreevaluada, la persona que convive en un entorno civil masificado (las ciudades) se empapa de lo que le rodea, quiera o no, le guste o no. Ese tiempo de recogimiento y análisis personal no ha de ser, necesariamente, siguiendo las normas de alguna institución decadente y anquilosada en el pasado de tiempos mejores que pretende inculcar sus ideales por el método de la desinformación de todo lo demás aunque, bien es cierto que, en los días actuales, esa fuerza está casi totalmente diluida. Me refiero a la iglesia católica, por si no ha quedado claro. Tampoco ha de ser dicha introspección en estos días, cada persona puede encontrar su recogimiento y análisis en cualquier época del año, faltaría más.
   Releí pues, hablando de ese interiorismo personal y recapacitación filosófica de mi propia existencia y de lo que me rodea, ese fabuloso libro titulado “El Nombre de la Rosa” del complejo Umberto Eco. Este autor tiene el curioso santo y seña de ser el padre de la única obra que no he conseguido acabar a lo largo de mi vida, en todas las ocasiones en las que lo he intentado, y me refiero a “El Péndulo de Foucault”, libro complejo, de muy difícil lectura y, para mí, aburridísimo tanto en su forma de escritura como en el desarrollo de la temática tratada. No en vano, nunca he conseguido pasar de las primeras páginas. Afortunadamente, “El Nombre de la Rosa” no me aburre en absoluto aunque es de lectura apabullante con infinidad de expresiones latinas y griegas, así como citas y encadenamientos que acaban por frustrar una lectura fluida y lineal, y más si no hay traducciones de esas expresiones griegas y latinas. La que da título a esta entrada es una de ellas y su traducción es “estés donde estés, que la paz sea contigo”, expresión que cualquier persona puede desear a cualquier otra, sea de la religión que sea y crea en lo que le dicte su conciencia.
   Descubrí, hace poco, que este apasionante libro se puede leer de dos formas distintas: una de ellas es la que obvia los párrafos latinos griegos y sigue avanzando en la lectura. Esta forma es la más habitual y la del lector medio. Aún así, es compleja y muy rica en matices. La otra forma de afrontar esta obra es parándose en cada `latinajo´ y buscando su traducción empapándose así del ambiente medieval que rodea a esta novela de misterio. El problema estriba en que esta forma requiere pararse más a menudo de lo que gustaría y tener siempre a mano un buen diccionario latín-español o griego-español aunque, hoy en día, con el uso de los traductores inmediatos de internet, se dulcifica esta tarea.
   Siempre, después de la fascinante lectura de una obra así, conviene ver la película derivada del texto, en caso de existir (nunca al revés), para tratar de apreciar la ambientación y concretar el trasfondo histórico en el que se mueve el texto aunque, cabe resaltar que no siempre de un buen libro se obtiene una buena película. En el caso concreto de “El Nombre de la Rosa”, el film difiere en algunos detalles no tan superfluos como el director pretende y cae estrepitosamente en el final pasteloso y ñoño. Si digo que en el libro la chica muere y alguien no lo ha leído, que lo hubiera hecho.
   Pero no quiero detenerme en la relación libro-película. Esa trivialidad se la dejo a otros. Quiero ahondar en el hecho de que un escritor sea complaciente con sus lectores y les ofrezca la posibilidad de una lectura, llamémosla “menos difícil” (porque fácil no lo es, en este caso en concreto, incluso en la forma de lectura que obvia los latines y los griegos) y otra lectura de cierto nivel y abundante paciencia..
   No quiero, para acabar, quitarle méritos a esta obra maestra de la literatura contemporánea pero si digo que está basada en las andanzas de sir Sherlock Homes y el doctor Watson a la hora de aplicar el método deductivo para resolver sofisticados entuertos o crímenes, entonces parece que todo se simplifica un poco. No puedo tampoco dejar de lado el hecho de que el malo malísimo de “El Nombre de la Rosa”, el bibliotecario ciego llamado Jorge de Burgos (en la película se le llama `venerable Jorge´ sin hacer mención a su nombre completo, aunque este es un detalle menor) está inspirado para el autor, por mi querido Jorge Luis Borges y la abadía donde se aloja la trama se basa en una obra suya titulada “La Biblioteca de Babel” (por relatos cortos de Borges prefiero “El Inmortal” o “Abenjacán el Bojarí, Muerto en su Laberinto”, mis dos lecturas fetiche). Estos pequeños datos inducen a pensar que relajan la puesta en marcha de una obra de tal magnificencia como la comentada en esta entrada.

   La conclusión, sorprendente si se atiende al fondo, es que existen libros que se pueden leer de varias formas distintas aún incluso sin variar ni una palabra, ni una coma. Un autor que es capaz de escribir así para sus lectores requiere de especial atención, tanta como ofrece él a los que lo leen.

miércoles, 1 de abril de 2015

El Mejor Asesino a Sueldo de la Historia del Cine

   El mejor asesino a sueldo de la historia del cine, en mi opinión, aparece en la saga de películas que conforman “El Padrino”. Albert Neri es un personaje secundario pero de una enorme relevancia y su presencia en la pantalla dice más que cualquier otro diálogo. Es un personaje tan importante que se le asignan, en cada una de las tres partes de la saga, los asesinatos de los más relevantes personajes enemigos de la familia Corleone: en la primera parte se encarga de Barzini, jefe de una familia enemiga, en la segunda parte mata a Fredo Corleone, ni más ni menos que el hermano menor del jefe, el Don Michael Corleone y, en la tercera parte, da muerte al banquero del Vaticano. También cabe destacar que colabora junto con Vincent en salvar a Michael Corleone de un brutal atentado y el Don consigue huir con su inestimable ayuda. Dicho actor también aparece en mi serie de televisión favorita, “The Sopranos”, de nuevo haciendo de asesino a sueldo.
[Nota aclaratoria: The Simpsons, The Ramones y The Sopranos se traducen como Los Simpson, Los Ramone y Los Soprano porque se refieren a familias, por tanto, quien diga que le gustan `los Ramones´ no solo no tiene ni idea de lo que habla sino que tampoco se molesta en entender las diferentes lenguas que nos rodean, así como sus traducciones y significados, según sean frases hechas o no. Es distinto el caso de “The Beatles” o “The Who” que se traducen como Los Beatles y Los Who respectivamente, ya que no se refieren a nombres propios de familias.]
   Algunos dirán que la ausencia de diálogos de un actor en una película de cine o en una obra de teatro, desmerece lo que se quiere describir o representar, algo con lo que estoy en total desacuerdo porque la ausencia (total o parcial) de diálogos o monólogos fuerza al actor que interpreta a satisfacer en el espectador los sentimientos que requiere la trama sin el uso de la palabra. Me remito a la entrada “Pagliacci” (probablemente una de las mejores que he escrito hasta ahora en este blog) para entender el significado de transmitir sentimientos sin el uso de la palabra.
   Podría hablar mucho sobre la saga de “El Padrino” pero sería llover sobre mojado. Me remito a comentar que es considerada una de las mejores películas de la historia (tanto la primera parte como la segunda) con multitud de premios Óscar de la Academia del Cine. Uno, en concreto, fue a parar al inmenso Robert de Niro con una actuación de poco más de 30 minutos. Bien es cierto que la Academia de Cine otorga premios a voluntad y sin criterios fijos ya que, esta misma institución, es la que nunca dio un premio a Charles Chaplin, nunca dio un premio a Sir Alfred Hitchcock e incluso se atrevió a no darle el Óscar a la mejor película del año 1994 a “Cadena Perpetua”, considerada la mejor película de la historia del cine por Internet Movie Database incluso por delante de “El Padrino I”. Por estas y otras razones no considero los premios Óscar como algo definitivo para tratar a una película como obra de culto pero, en el caso de la saga de “El Padrino”, bien es cierto que el acierto en los premios fue merecido.
   Siempre que vuelvo a ver las tres películas de esta serie, observo detalles nuevos que pasaron desapercibidos en los anteriores visionados. Eso quiere decir que pertenecen al Olimpo del cine, son buen cine. Y Al Neri está ahí, en las tres partes de la serie, con pocos diálogos pero con mucha actuación, casi como si se estuviera viendo cine mudo.