Se podría definir, coloquialmente, a la criptografía como el
arte de esconder un texto pero estando a la vista, de tal manera que no pueda
ser descifrado su contenido salvo por el autor o autores y por el destinatario
o destinatarios. El caso más extendido del uso de la criptografía sucedió durante la Segunda Guerra Mundial,
de las órdenes de batalla y el conocido uso de la máquina Enigma por parte de
los aliados para desencriptar los textos encriptados que enviaba el alto mando
alemán a sus tropas en los distintos frentes.
Un texto encriptado
de esta forma es lo que se denomina criptograma. Existen muchos tipos de
criptogramas y textos encriptados y las formas de crearlos son muchas y muy
variadas: desde una simple traslación de letras con un sencillo código César
(sustituir cada letra por la anterior o la posterior en el abecedario) hasta el
uso de complejas figuras, secuencias de números sin un sentido aparente, el uso
de símbolos de cualquier tipo, sustituciones del abecedario en vertical o
diagonal o formando figuras geométricas… ¡o cualquier combinación de todo lo
anterior! Así pues, un criptograma puede ser tan complejo como el autor quiera
pero siempre se ha de tener una hipótesis presente: un texto encriptado tiene
un significado para quien lo encripta y, por tanto, para hacia quien o quienes
va dirigido, por lo que existe una o varias reglas de creación para cada
criptograma. La idea básica consiste en descifrar esa regla o conjunto de
reglas.
Existen muchos
criptogramas sin resolver en la actualidad. El más famoso de ellos es el
Manuscrito Voynich, del que no se ha logrado saber absolutamente nada salvo que
fue escrito en el siglo XV y que no es un fraude. Existe mucha información en internet sobre este interesantísimo texto. Otros famosos criptogramas ya
desvelados, son los del asesino en serie Zodiac, que usaba combinaciones de
símbolos y complejas estructuras.
En mi opinión, es
muy importante saber el contexto en el que se encuentra un criptograma, es
decir, el marco coyuntural en el que se incluye ese criptograma. Por ejemplo,
en el caso de Zodiac, mandaba los criptogramas a un periódico por lo que era
evidente que los firmaba para hacer saber que eran suyos y no de un impostor.
Además, estaba claro que, en alguna parte del texto, estaban las palabras “asesino”,
“arma”, “matar”, el nombre del lugar del acto o alguna palabra del contexto del
hecho ocurrido. De esta manera, se puede empezar a tirar del hilo para su
solución.
El caso de la firma
es muy importante porque da pie a empezar siempre a desencriptar un texto por
el final. Se deben cumplir pues, unas reglas básicas para comenzar a
desencriptar un texto. Algunas podrían ser:
1) Analizar el contexto o marco en el que se ha
encontrado el texto encriptado. Nos puede dar muchas pistas sobre cómo
comenzar.
2) Usar siempre el axioma de la navaja de Occam: en
igualdad de condiciones, la explicación más sencilla suele ser la más probable
(la que tiene mayor certeza pero no la certeza total ¡ojo!).
3) Tener mucha, mucha paciencia. No desanimarse con
los errores iniciales.
4) Tener mucha, mucha imaginación.
5) Tener en cuenta el idioma en el que está
escrito, si se puede saber, y aplicar la ley del mínimo esfuerzo: es muy
probable la ausencia casi total de vocales en el texto siendo las palabras
fonéticamente muy parecidas con o sin vocales y las faltas de ortografía a conciencia para evitar escribir un texto
largo (cuanto más largo es un texto, más se tarda en encriptar por el autor y
desencriptar por el receptor).
6) Tener visión de conjunto y saber perfectamente
el lugar numérico que corresponde a cada letra del abecedario (a=1, t=21, g=7,…).
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