Tratar de explicar
el Principio de Incertidumbre de Heisenberg sin tener conocimientos básicos de
física se antoja complicado. La forma más sencilla de enunciar este axioma de
la física cuántica sería decir algo así como “el simple hecho de que observemos
un experimento hace que influyamos en él”. Este principio debería ser enseñado
ya en tempranas edades, incluso mencionando simplemente la frase anterior y el
contexto físico en el que se desarrolla (física cuántica frente a física
clásica) pero esta indeterminación cuántica pasa desapercibida en el mundo
macroscópico porque la llamada `constante de Planck´ es tan pequeña que se
considera despreciable salvo para el universo atómico y subatómico. Yo soy
matemático, no físico, pero aún así, estas cosas se deben aprender, si no por
obligación, sí por devoción y curiosidad científica. Por ello, voy a dar a
conocer este curioso principio de una forma inusual y propia, como es mezclar
ciencia y sentimientos, aunque éstos sean geográficos, concepto que también
explicaré en lo que sigue.
Cuando hemos
viajado a distintos lugares de la geografía cercana o incluso hemos realizado viajes
al extranjero, siempre nos queda un recuerdo único, primigenio, o un olor o un
conjunto de ellos, o una situación característica de cada sitio en el que hemos
estado. A partir de esta sensación inicial, la memoria va desgranando todas las
situaciones y circunstancias que nos involucraron con esos lugares. Ese primer
recuerdo es el que nos hace pensar en un lugar agradable o triste, a pesar de
haber vivido en esos lugares y durante esos viajes una combinación de momentos
agradables y otros menos agradables, pero siempre existe esa sensación inicial
y única.
Cada persona tiene
pues, un listado de sentimientos ligados a lugares que ha visitado y hasta cabe
la posibilidad de que esos sentimientos se enlacen con poblaciones o rincones
en los que ni siquiera hemos estado pero que, gracias a la información que
tenemos de ellos y a nuestra propia personalidad, logramos asociar ese conjunto
de sensaciones iniciales con esos lugares.
Para ejemplarizar
estas conclusiones, supongamos que una persona viaja a un lugar muy frío (o muy
caluroso, para el ejemplo es válido) por cuestiones laborales o personales,
siendo su residencia habitual de latitudes cálidas, y sus primeras sensaciones
son de no poder adaptarse al clima y estar fuera de lugar durante toda su
estancia. Al volver a su lugar de residencia y con el paso de los años, esa
persona recordará ese lugar asociándolo, en primera instancia, con esas
primeras sensaciones que no fueron placenteras, a pesar de, quizás, haber sido
muy feliz posteriormente a ese viaje (porque a partir de ahí mejoró
considerablemente su vida laboral, o encontró en ese lugar al amor de su
vida,…).
Y no solo esas
sensaciones iniciales dependen intrínsecamente del lugar visitado, también
puede darse el caso de que esa persona admire un determinado lugar pero no haya
recibido el trato personal que esperaba, aunque éste haya sido correcto. Esa
persona asociará en el futuro ese lugar con la sensación de que toda su población
(el cerebro extrapola una parte al todo) es antipática, inculta, maleducada,… partiendo
de una visita concreta durante una estancia determinada en el tiempo, creando
así los tópicos que tanto afectan a la imagen de la población visitada, ya que
éstos suelen ser despectivos o poco agraciados debido a esas malas experiencias
puntuales.
Esas sensaciones
iniciales sobre un lugar siempre existen incluso sin tener ninguna información
previa de ese lugar de ninguna forma; el simple nombre de la población puede
dar paso a unas sensaciones tergiversadas con la realidad, siendo esa
denominación de población entendible respecto al idioma o no.
Por tanto,
cualquier lugar o población tiene implícitamente asociados unos sentimientos
iniciales en cada persona y siempre son distintos (salvo los malvados tópicos
recurrentes). ¿Sería entonces posible encontrar algún espacio físico que no
posea unas sensaciones o sentimientos previos para cada persona? Mi respuesta
es negativa, y aquí es donde hago uso del Principio de Incertidumbre de
Heisenberg, aunque con la salvedad de utilizarlo a un nivel muy, muy general.
Trataré de explicar esta afirmación negativa con lo que se conoce como
“demostración por reducción al absurdo”: se basa en suponer cierta la afirmación contraria a la
que queremos demostrar y llegar así, con razonamientos lógicos a una
contradicción, por lo que se deduciría que la afirmación inicial sería cierta.
El razonamiento que sigue es válido tanto para lo dicho anteriormente como para
lugares físicos lejanos exteriores a nuestro planeta.
Supongamos que sí
existe tal lugar físico del universo. Entonces el hombre no conocería su
presencia ni su estructura ni sus propiedades pero los componentes del universo
en el que habitamos son conocidos en sus elementos y no hay estructuras
totalmente desconocidas aunque sí las hay que no se sabe con certeza su
funcionamiento. Incluso simplemente sabiendo el nombre de una estructura ya
podemos pensar o asociar alguna sensación con respecto a ella por lo que
estaríamos influyendo en nuestra percepción con respecto a dicha estructura o
localización (por ejemplo, si una persona no tiene ningún conocimiento previo
sobre un Agujero Negro, o un Quasar o un Cometa, la simple mención de ese
nombre ya da pie a formarse una idea, aunque sea muy general y liviana, sobre
lo que nuestro cerebro imagina qué es). Como ejemplo simbólico, si trasladamos la idea anterior a la idea
de `número Pi´ ó `número e´, se sabe cómo son y sus propiedades y estructura
pero no se conocen con perfección explícita porque son números con infinitud de cifras
decimales. Por tanto, el hombre conoce el universo en cuanto a elementos,
estructuras y composiciones por lo que hemos llegado a contradecir el enunciado
opuesto al que queremos probar y, como consecuencia, podemos afirmar, en virtud
del Principio de Incertidumbre de Heisenberg, que no existe un lugar físico, ya
sea cercano o lejano, del que no tengamos sentimientos o sensaciones iniciales
respecto a él.
Así concluye mi
personal visión de la implícita relación entre algo tan técnico como es el
Principio de Incertidumbre de Heisenberg y los sentimientos geográficos que
poseemos los humanos. Unir ciencia y corazón es posible.