¿Alguien ha visto
alguna vez un discurso de Adolf Hitler? Yo sí. Muchos. Varias veces. Y la
fuerza que transmiten es sobrecogedora incluso sin entender ni una sola palabra
del idioma del Reich. Todo está medido al segundo y al milímetro: desde la creación
de la infraestructura necesaria para un discurso de masas, pasando por la
llegada del infame Adolfo a la tribuna, la perfecta filmación, los tempos, los
distintos volúmenes del discurso, los ademanes y aspavientos y, claro está, el
fondo de toda esa puesta en escena, el discurso en sí, aunque cualquier
temática edificada sobre esa sólida base, crea en el espectador una tremenda
sugestión bordeando la hipnosis. No es de extrañar, pues, que el Partido
Nacionalsocialista Obrero Alemán (NSDAP) tuviera una explosión exponencial a
partir de 1933 aunque Hitler lo comandaba desde 1921. La puesta de largo de la
compleja red que captaba las mentes de los sufridos alemanes (sufridos porque
recientemente acababan de salir de una de las guerras más sangrientas de la
historia, la I Guerra Mundial, que los redujo política, geográfica y moralmente
con fuertes restricciones debidas al Tratado de Versalles, culminadas en 2010, casi
100 años después del término de la contienda) se asemejaba a lo que actualmente
se denominan “redes sociales” y todo ello a partir de una estructura
fundamental en la Alemania nazi: el Ministerio de Propaganda, encabezado por el
diabólicamente inteligente Joseph Goebbels, que llegó incluso a ser Canciller
del Reich, aunque este hecho resultó efímero.
El marketing
orientado a la política es lo que se denomina propaganda (lo que echan en los
buzones no, eso es publicidad, frase dirigida a los incultos) y Goebbls y
Hitler sabían muy bien que era fundamental para sus propósitos controlar a la
masa social. Hoy en día se piensa que Goebbls no tuvo tanta importancia para el
régimen nazi como se pensaba pero está claro que la estructura de la propaganda
nazi fue vital para el desarrollo del Reich.
El marketing y la
política actuales se basan en la fuerza de la imagen por encima de otros estímulos
sensoriales del potencial cliente pero el Ministerio de Propaganda creó un
decálogo+1 (once) principios que se llevan a cabo en la actualidad. Vienen a
ser como el magnífico “El Arte de la Guerra” de Sun Tzu, que es atemporal. Los
once principios de la propaganda que, hoy en día, se usan en el marketing y la política, a
pesar de tener un origen puramente maquiavélico, son:
-Principio de simplificación y del enemigo único:
Adoptar
una única idea, un único símbolo. Individualizar al adversario en un único
enemigo.
-Principio del método
de contagio:
Reunir
diversos adversarios en una sola categoría o individuo. Los adversarios han de
constituirse en suma individualizada.
-Principio de la
transposición:
Cargar
sobre el adversario los propios errores o defectos, respondiendo el ataque con
el ataque. Si no puedes negar las malas noticias, inventa otras que las
distraigan.
-Principio de la
exageración y la desfiguración:
Convertir
cualquier anécdota, por pequeña que sea, en amenaza grave.
-Principio de la
vulgarización:
Toda
propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los
individuos a los que va dirigida. Cuanto más grande sea la masa a convencer,
más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar. La capacidad receptiva de
las masas es limitada y su comprensión escasa; además, tienen gran facilidad
para olvidar.
-Principio de
orquestación:
La
propaganda debe limitarse a un número pequeño de ideas y repetirlas
incansablemente (lo que hoy se denomina `eslogan´), presentarlas una y otra vez
desde diferentes perspectivas, pero siempre convergiendo sobre el mismo
concepto. Sin fisuras ni dudas. De aquí viene también la famosa frase: "Si
una mentira se repite lo suficiente, acaba por convertirse en verdad".
-Principio de
renovación:
Hay
que emitir constantemente informaciones y argumentos nuevos a un ritmo tal que,
cuando el adversario responda, el público esté ya interesado en otra cosa. Las
respuestas del adversario nunca han de poder contrarrestar el nivel creciente
de acusaciones.
--Principio de la verosimilitud:
Construir
argumentos a partir de fuentes diversas, a través de los llamados globos sonda
o de informaciones fragmentarias.
-Principio del silencio:
Acallar
las cuestiones sobre las que no se tienen argumentos y disimular las noticias
que favorecen al adversario y contraprogramando con la ayuda de medios de comunicación
afines.
-Principio de la transfusión:
Por
regla general, la propaganda opera siempre a partir de un sustrato
preexistente, ya sea una mitología nacional o un complejo de odios y prejuicios
tradicionales. Se trata de difundir argumentos que puedan arraigar en actitudes
primitivas.
-Principio de la
unanimidad:
Llegar
a convencer a mucha gente de que piensa "como todo el mundo", creando
una falsa impresión de unanimidad.
Estoy convencido de
que estas once reglas son estudiadas en las facultades de periodismo, ciencias
políticas (¿desde cuándo la política es una ciencia?, ¿desde cuándo es algo
científico si son todo palabrerías?) y marketing y publicidad. Algunos las toman prestadas sin saber de
dónde provienen ni las consecuencias que tuvieron en el pasado y otros,
simplemente, las toman como suyas cuando quien las creó fue el régimen nazi
para hacer lo que hizo y no llegar a hacer lo que tenía pensado. Propaganda,
publicidad, marketing y política actual: Goebbels es el padre.