Esta afirmación tan contundente puede dejar a más de uno/una
con la boca abierta. Curiosamente, es un verso de una poesía. Efectivamente.
Aparece en la poesía “Sunday Morning” (Mañana de Domingo) de Wallace Stevens, y
pongo, a continuación, una parte de ésta (es extensa aunque muy bonita en su
conjunto, exhorto al lector a leerla completa en original y traducida en este sitio):
V
She says,
‘But in contentment I still feel
The need of some imperishable bliss.’
Death is the mother of beauty; hence from her,
Alone, shall come fulfillment to our dreams
…
The need of some imperishable bliss.’
Death is the mother of beauty; hence from her,
Alone, shall come fulfillment to our dreams
…
VI
…
And pick
the strings of our insipid lutes!
Death is the mother of beauty, mystical,
Within whose burning bosom we devise
Our earthly mothers waiting, sleeplessly.
Death is the mother of beauty, mystical,
Within whose burning bosom we devise
Our earthly mothers waiting, sleeplessly.
Me interesa el tercer verso del párrafo V, que dice: “La
muerte es la madre de la belleza, por tanto solo de ella”.
Se podría hablar mucho sobre el significado de esta frase
por sí sola o en el contexto de todo el poema, bastante oscuro y misterioso.
Las preguntas clave son: ¿la belleza (física, evidentemente)
permanece con la muerte?, en caso afirmativo, ¿qué es la belleza? Está claro
que en el concepto de belleza, la belleza que se ve, está implícito el concepto
de proporción en cuanto a formas y tamaños. Y ahí entra en juego de forma vital
el número áureo.
Entonces llegamos a lo que quería plantear: MUERTE, BELLEZA
y MATEMÁTICAS están íntimamente relacionadas. Como poco es curioso, ¿verdad?
El número áureo o número de oro o también llamado `la divina
proporción´, se llama Phi, se encuentra en la naturaleza en una abundancia asombrosa
(otro buen candidato a ser Dios, duro rival de Pi). No voy a entrar en relatar
las propiedades de este interesante número, se encuentran aquí, pero sí voy a
destacar que se encuentra en el cuerpo humano en multitud de sitios: proporciones
entre la longitud del brazo y del antebrazo, el ancho y el largo de la cara,
las falanges de los dedos, la distancia entre el ombligo y las manos cuando el
cuerpo está en cruz (hombre de Vitruvio), etc.
Por cierto, el hombre de Vitruvio es un simple dibujo de un
tal Leonardo Da Vinci. Ahí queda eso.
El número áureo se usaba para identificar la belleza pura en
el ser humano, la belleza griega de las esculturas, las pinturas y la
arquitectura.
Así pues, y ciñéndonos al concepto de belleza humana, es
realmente posible que dicha belleza permanezca después incluso de la muerte
porque las proporciones del cuerpo humano están delimitadas por su anatomía
esquelética y el esqueleto permanece impasible tras la defunción.
Con todo ello, no iba mal encaminado el señor Stevens al afirmar
que la muerte es la madre de la belleza y solo de ella por lo que los conceptos
de muerte, belleza y matemáticas no son tan lejanos como aparentan.
Contestada la primera pregunta anterior, vamos con la
segunda, ¿qué es la belleza? Nos encontramos entonces que la belleza física ha
de contener muchas proporciones áureas, es decir, las proporciones del ser
humano se deben aproximar lo más posible al número áureo en cada una de ellas,
solo así alcanzaremos la belleza pura. Entonces cabe plantearse rizar más el
rizo: ¿permanece ese concepto de belleza en la actualidad o se está perdiendo? Una
vez más exhorto al lector a bucear en la web para que lo compruebe. Una pista:
la respuesta va más encaminada a la segunda parte de la pregunta…
Moraleja: no te fíes de las apariencias de lo que te rodea
(bueno, aquí también se podría explicar un poco el significado de la ecuación
de Schrödinger, quizás otro día), investiga para comprender realmente el mundo.