jueves, 9 de julio de 2015

¿Fernando Arrabal Está Loco?

   Don Fernando Arrabal es el loco más cuerdo de este mundo de pantomima y egocentrismos en el que vivimos/habitamos/sufrimos día tras día arrastrando nuestra supervivencia entre escasos momentos felices de locura y paranoia post-moderna. Cada entrevista suya es una explosión orgásmica de primaveras verborréicas, de locuras sanas, de ocultar traumas mentales, y todo eso teniendo en cuenta que el noble señor viste y calza 82 años, bendito ancianito.
   Este señor nos regaló el momento más loco y buñuelista de la historia de la televisión con aquella entrevista/diálogo en la plenitud de su delirio etílico. Algo para enmarcar y absolutamente atemporal cuyo visionado es de imperiosa obligación. No recuerdo la temática, ni la lírica ni las posturas semánticas/sintácticas/lógicas de los contertulios pero sí recuerdo aquel menudo hombrecillo vestido con un jersey/rebeca de los que se llevaban en la época, dos o tres tallas más grande que su menuda persona, con las gafas a lo loco y el pelo alborotado y con esa actitud del “puntillo” en la que se suelta todo lo que viene a la mente y más. Son imágenes para el recuerdo con risas calladas, de una televisión inocente y cercana donde daba gusto estar sentado frente al televisor sin necesidad de cambiar de canal, esa televisión pre-zaping.
   En contrapartida, estaban esos programas serios y ajustados cual ceñido corsé que no deja respirar pero que eran muy interesantes y educativos. El más representativo fue el programa-debate “La Clave” con José Luis Balbín, que congregaba a doctos tertulianos intelectuales reunidos en una suerte de escenario abierto encabezado por el señor Balbín, en el que debatían alguna temática concreta posterior al visionado de una película basada en dicho tema a tratar. Mi corta edad de aquel entonces no me permitía entender algunas de las cosas debatidas por aquellas mentes pensantes y bien vestidas pero recuerdo que alucinaba con aquel programa que acababa a las tantas y media. Pero, eso sí, los sábados por la mañana estaba delante del televisor para ver/admirar “La Bola de Cristal”, otro gran clásico cuyo visionado actual es enorme a través del bendito youtube.
   ¿Qué tienen en común el señor Arrabal y el programa “La Clave”? Que eran debates de personas muy cultas, educadas y con sentido de la decencia. Aquella televisión ya no existe para desgracia de los que la disfrutábamos. En la actualidad existe otro tipo de televisión dirigida al vulgo, al espectador no-pensante, a la oveja que se deja llevar, al consumista y al retrasado, es decir, a la gran mayoría de la población de este y otros países.
   Quiero que vuelva ese aire fresco de don Fernando Arrabal sin saber bien lo que salía de su boca y discutiendo en un estado de no-sobriedad evidente y quiero que vuelva “La Clave” para que haya debates de alto nivel sobre temas interesantes y que en éstos no se metan los unos con los otros y que dejen hablar a cada tertuliano y que exponga sus argumentos sin ser interrumpido tal y como sucedía en el programa del señor Balbín y tal y como no sucede en la televisión actual.

   Don Fernando Arrabal no está loco y, si lo está, es el loco más cuerdo que conozco porque es un loco sin maldad, con inocencia en la mirada, respetando para ser respetado y, evidentemente, un referente literario actual y con más sabiduría y experiencia que muchos que se jactan de tenerla.

jueves, 2 de julio de 2015

American Psycho

Deliciosamente explícito.
"... El hacha le alcanza, en mitad de la frase, en plena cara y su ancha hoja le raja de un modo sesgado la boca, haciéndole callar. Los ojos de Paul me miran, luego se le ponen en blanco involuntariamente, luego me vuelve a mirar y, de repente, trata de agarrar el mango con las manos pero la sorpresa del hachazo le ha dejado sin fuerza. Al principio, no sale la sangre ni se oye nada a no ser los periódicos debajo de los pies de Paul, que patalean, se arrastran, los desgarran. La sangre empieza a salirle poco a poco por ambos lados de la boca, poco después del primer hachazo pero, cuando retiro el hacha (casi arrastrando a Owen fuera de la silla al tirarle de la cabeza) y vuelvo a golpearle en la cara partiéndosela en dos, sus brazos tratan de agarrarse al vacío y la sangre brota en dos géiseres parduscos, manchándome el impermeable. De hecho, esto viene acompañado de un sonido horrible, como un siseo súbito que procede de las heridas del cráneo de Paul, de sitios donde el hueso y la carne ya no están unidos y, a esto, sigue un desagradable sonido como de pedo originado por una parte de su cerebro que, debido a la presión, asoma, rosado y brillante, por las heridas de la cara. Cae al suelo agonizando con la cara grisácea y llena de sangre, si se exceptúa uno de sus ojos que parpadea incontrolable; su boca es una masa retorcida roja y rosa de dientes y carne y mandíbula, la lengua le cuelga por una herida abierta a un lado de la cara, unida solamente por lo que parece una espesa cuerda morada. Le lleva cinco minutos morirse del todo y otros treinta dejar de sangrar..."