domingo, 10 de mayo de 2015

Heisenberg y los Sentimientos Geográficos

   Tratar de explicar el Principio de Incertidumbre de Heisenberg sin tener conocimientos básicos de física se antoja complicado. La forma más sencilla de enunciar este axioma de la física cuántica sería decir algo así como “el simple hecho de que observemos un experimento hace que influyamos en él”. Este principio debería ser enseñado ya en tempranas edades, incluso mencionando simplemente la frase anterior y el contexto físico en el que se desarrolla (física cuántica frente a física clásica) pero esta indeterminación cuántica pasa desapercibida en el mundo macroscópico porque la llamada `constante de Planck´ es tan pequeña que se considera despreciable salvo para el universo atómico y subatómico. Yo soy matemático, no físico, pero aún así, estas cosas se deben aprender, si no por obligación, sí por devoción y curiosidad científica. Por ello, voy a dar a conocer este curioso principio de una forma inusual y propia, como es mezclar ciencia y sentimientos, aunque éstos sean geográficos, concepto que también explicaré en lo que sigue.
   Cuando hemos viajado a distintos lugares de la geografía cercana o incluso hemos realizado viajes al extranjero, siempre nos queda un recuerdo único, primigenio, o un olor o un conjunto de ellos, o una situación característica de cada sitio en el que hemos estado. A partir de esta sensación inicial, la memoria va desgranando todas las situaciones y circunstancias que nos involucraron con esos lugares. Ese primer recuerdo es el que nos hace pensar en un lugar agradable o triste, a pesar de haber vivido en esos lugares y durante esos viajes una combinación de momentos agradables y otros menos agradables, pero siempre existe esa sensación inicial y única.
   Cada persona tiene pues, un listado de sentimientos ligados a lugares que ha visitado y hasta cabe la posibilidad de que esos sentimientos se enlacen con poblaciones o rincones en los que ni siquiera hemos estado pero que, gracias a la información que tenemos de ellos y a nuestra propia personalidad, logramos asociar ese conjunto de sensaciones iniciales con esos lugares.
   Para ejemplarizar estas conclusiones, supongamos que una persona viaja a un lugar muy frío (o muy caluroso, para el ejemplo es válido) por cuestiones laborales o personales, siendo su residencia habitual de latitudes cálidas, y sus primeras sensaciones son de no poder adaptarse al clima y estar fuera de lugar durante toda su estancia. Al volver a su lugar de residencia y con el paso de los años, esa persona recordará ese lugar asociándolo, en primera instancia, con esas primeras sensaciones que no fueron placenteras, a pesar de, quizás, haber sido muy feliz posteriormente a ese viaje (porque a partir de ahí mejoró considerablemente su vida laboral, o encontró en ese lugar al amor de su vida,…).
   Y no solo esas sensaciones iniciales dependen intrínsecamente del lugar visitado, también puede darse el caso de que esa persona admire un determinado lugar pero no haya recibido el trato personal que esperaba, aunque éste haya sido correcto. Esa persona asociará en el futuro ese lugar con la sensación de que toda su población (el cerebro extrapola una parte al todo) es antipática, inculta, maleducada,… partiendo de una visita concreta durante una estancia determinada en el tiempo, creando así los tópicos que tanto afectan a la imagen de la población visitada, ya que éstos suelen ser despectivos o poco agraciados debido a esas malas experiencias puntuales.
   Esas sensaciones iniciales sobre un lugar siempre existen incluso sin tener ninguna información previa de ese lugar de ninguna forma; el simple nombre de la población puede dar paso a unas sensaciones tergiversadas con la realidad, siendo esa denominación de población entendible respecto al idioma o no.
   Por tanto, cualquier lugar o población tiene implícitamente asociados unos sentimientos iniciales en cada persona y siempre son distintos (salvo los malvados tópicos recurrentes). ¿Sería entonces posible encontrar algún espacio físico que no posea unas sensaciones o sentimientos previos para cada persona? Mi respuesta es negativa, y aquí es donde hago uso del Principio de Incertidumbre de Heisenberg, aunque con la salvedad de utilizarlo a un nivel muy, muy general. Trataré de explicar esta afirmación negativa con lo que se conoce como “demostración por reducción al absurdo”: se basa en suponer cierta la afirmación contraria a la que queremos demostrar y llegar así, con razonamientos lógicos a una contradicción, por lo que se deduciría que la afirmación inicial sería cierta. El razonamiento que sigue es válido tanto para lo dicho anteriormente como para lugares físicos lejanos exteriores a nuestro planeta.
   Supongamos que sí existe tal lugar físico del universo. Entonces el hombre no conocería su presencia ni su estructura ni sus propiedades pero los componentes del universo en el que habitamos son conocidos en sus elementos y no hay estructuras totalmente desconocidas aunque sí las hay que no se sabe con certeza su funcionamiento. Incluso simplemente sabiendo el nombre de una estructura ya podemos pensar o asociar alguna sensación con respecto a ella por lo que estaríamos influyendo en nuestra percepción con respecto a dicha estructura o localización (por ejemplo, si una persona no tiene ningún conocimiento previo sobre un Agujero Negro, o un Quasar o un Cometa, la simple mención de ese nombre ya da pie a formarse una idea, aunque sea muy general y liviana, sobre lo que nuestro cerebro imagina qué es). Como ejemplo simbólico, si trasladamos la idea anterior a la idea de `número Pi´ ó `número e´, se sabe cómo son y sus propiedades y estructura pero no se conocen con perfección explícita porque son números con infinitud de cifras decimales. Por tanto, el hombre conoce el universo en cuanto a elementos, estructuras y composiciones por lo que hemos llegado a contradecir el enunciado opuesto al que queremos probar y, como consecuencia, podemos afirmar, en virtud del Principio de Incertidumbre de Heisenberg, que no existe un lugar físico, ya sea cercano o lejano, del que no tengamos sentimientos o sensaciones iniciales respecto a él.

   Así concluye mi personal visión de la implícita relación entre algo tan técnico como es el Principio de Incertidumbre de Heisenberg y los sentimientos geográficos que poseemos los humanos. Unir ciencia y corazón es posible.