jueves, 3 de julio de 2014

Trabajar (o no)

Aviso: lo que sigue puede herir sensibilidades aunque, ¿a quién le importa?
   Cuando el vulgo, el populacho, las llamadas clases medias, el motor de un país, es decir, la mayoría, vocifera frases como “¡queremos trabajar!”, “¡más trabajo!”, “¡empleo pata todos!”, “¡estamos en paro, no tenemos dinero!”, y otras lindezas parecidas, todas ellas respaldadas por unas organizaciones pseudo-comunistas llamadas sindicatos, con el beneplácito de los políticos de izquierdas de cara a la galería pero capitalistas y trasnochados en la realidad, lo que realmente expresan sin saberlo (el populacho es manipulable y cuando la mayoría es manipulable, quienes la manipulan tienen el poder) es esclavitud (no exagero, se llama esclavitud moderna, sin cadenas en los pies ni tez tirando a negra pero, al fin y al cabo, esclavitud), salarios en decadencia, sin garantías de futuro,… y todo ello prisioneros con hipotecas con varias décadas de carga. Maldito vulgo, maldito populacho.
   Trabajar significa realizar una labor con unas condiciones a cambio de unos emolumentos económicos o de otra índole. Qué bonito. Pero, ¿a qué costa?, ¿qué da un trabajador para recibir qué? Parecen unas preguntas triviales; tan triviales que el populacho no se las plantea por dos razones: la primera es porque no tiene iniciativa para plantearse cuestiones metafísicas y la segunda es porque se le ha dotado de la terrible capacidad de no tener tiempo para ello. Su vida está tan estructurada y encasillada que, generalmente, vive para trabajar.
   Yo no quiero trabajar. No quiero estar atado a un horario, a mirar constantemente la cuenta del banco (algún día hablaré del podrido sistema bancario y de lo que significa realmente el concepto dinero), no quiero no darme cuenta de que pasan los días y los meses e incluso los años. Tener que trabajar, para otros, atado a un sistema quebradizo y abominable se puede comparar a una cadena perpetua. En reclusión forzosa todo está perfectamente estructurado con horarios, quehaceres, descanso y relaciones sociales (en el patio, en las duchas…). Todo es rutina.
  La capacidad del sistema social actual para crear clones a partir de estudiantes universitarios es maquiavélica: la mayoría, al acabar la universidad, trata de encontrar desesperadamente un trabajo (el que sea, ojo) para poder comprar una casa y formar una familia. Y todo ello se supone que es para “crecer como persona y evolucionar”. Opino que en vez de evolución se debería llamar involución. La conclusión es sencilla: todos al matadero. Los datos del Inem y la Epa no reflejan las calidades de los parados y los trabajadores, reflejan simples números. Hoy en día, una sociedad evolucionada posee un altísimo porcentaje de personas paradas pero con estudios de grado superior.
   Me niego a ser uno de esos, me niego a crecer como persona y evolucionar como quieren los demás, me niego a pertenecer al vulgo.

   Cuando en la puerta de Auschwitz se leía “el trabajo dignifica” pocos creían que era la máxima expresión de la ironía hecha carne y huesos salvo esos seres humanos convertidos en carne y huesos. ¿Eso era trabajar? Pues odio el trabajo.

S.A. - Abre la Boca: "Ocho de la tarde es, ya se acabó la jornada de hoy, es un trabajo que odias y lo tienes que hacer bien, con él pagas tus caprichos y la comodidad..."