domingo, 12 de abril de 2015

Hitler, el Marketing y la Política

   ¿Alguien ha visto alguna vez un discurso de Adolf Hitler? Yo sí. Muchos. Varias veces. Y la fuerza que transmiten es sobrecogedora incluso sin entender ni una sola palabra del idioma del Reich. Todo está medido al segundo y al milímetro: desde la creación de la infraestructura necesaria para un discurso de masas, pasando por la llegada del infame Adolfo a la tribuna, la perfecta filmación, los tempos, los distintos volúmenes del discurso, los ademanes y aspavientos y, claro está, el fondo de toda esa puesta en escena, el discurso en sí, aunque cualquier temática edificada sobre esa sólida base, crea en el espectador una tremenda sugestión bordeando la hipnosis. No es de extrañar, pues, que el Partido Nacionalsocialista Obrero Alemán (NSDAP) tuviera una explosión exponencial a partir de 1933 aunque Hitler lo comandaba desde 1921. La puesta de largo de la compleja red que captaba las mentes de los sufridos alemanes (sufridos porque recientemente acababan de salir de una de las guerras más sangrientas de la historia, la I Guerra Mundial, que los redujo política, geográfica y moralmente con fuertes restricciones debidas al Tratado de Versalles, culminadas en 2010, casi 100 años después del término de la contienda) se asemejaba a lo que actualmente se denominan “redes sociales” y todo ello a partir de una estructura fundamental en la Alemania nazi: el Ministerio de Propaganda, encabezado por el diabólicamente inteligente Joseph Goebbels, que llegó incluso a ser Canciller del Reich, aunque este hecho resultó efímero.
   El marketing orientado a la política es lo que se denomina propaganda (lo que echan en los buzones no, eso es publicidad, frase dirigida a los incultos) y Goebbls y Hitler sabían muy bien que era fundamental para sus propósitos controlar a la masa social. Hoy en día se piensa que Goebbls no tuvo tanta importancia para el régimen nazi como se pensaba pero está claro que la estructura de la propaganda nazi fue vital para el desarrollo del Reich.
   El marketing y la política actuales se basan en la fuerza de la imagen por encima de otros estímulos sensoriales del potencial cliente pero el Ministerio de Propaganda creó un decálogo+1 (once) principios que se llevan a cabo en la actualidad. Vienen a ser como el magnífico “El Arte de la Guerra” de Sun Tzu, que es atemporal. Los once principios de la propaganda que, hoy en día, se usan en el marketing y la política, a pesar de tener un origen puramente maquiavélico, son:

-Principio de simplificación y del enemigo único:
Adoptar una única idea, un único símbolo. Individualizar al adversario en un único enemigo.
-Principio del método de contagio:
Reunir diversos adversarios en una sola categoría o individuo. Los adversarios han de constituirse en suma individualizada.
-Principio de la transposición:
Cargar sobre el adversario los propios errores o defectos, respondiendo el ataque con el ataque. Si no puedes negar las malas noticias, inventa otras que las distraigan.
-Principio de la exageración y la desfiguración:
Convertir cualquier anécdota, por pequeña que sea, en amenaza grave.
-Principio de la vulgarización:
Toda propaganda debe ser popular, adaptando su nivel al menos inteligente de los individuos a los que va dirigida. Cuanto más grande sea la masa a convencer, más pequeño ha de ser el esfuerzo mental a realizar. La capacidad receptiva de las masas es limitada y su comprensión escasa; además, tienen gran facilidad para olvidar.
-Principio de orquestación:
La propaganda debe limitarse a un número pequeño de ideas y repetirlas incansablemente (lo que hoy se denomina `eslogan´), presentarlas una y otra vez desde diferentes perspectivas, pero siempre convergiendo sobre el mismo concepto. Sin fisuras ni dudas. De aquí viene también la famosa frase: "Si una mentira se repite lo suficiente, acaba por convertirse en verdad".
-Principio de renovación:
Hay que emitir constantemente informaciones y argumentos nuevos a un ritmo tal que, cuando el adversario responda, el público esté ya interesado en otra cosa. Las respuestas del adversario nunca han de poder contrarrestar el nivel creciente de acusaciones.
--Principio de la verosimilitud:
Construir argumentos a partir de fuentes diversas, a través de los llamados globos sonda o de informaciones fragmentarias.
-Principio del silencio:
Acallar las cuestiones sobre las que no se tienen argumentos y disimular las noticias que favorecen al adversario y contraprogramando con la ayuda de medios de comunicación afines.
-Principio de la transfusión:
Por regla general, la propaganda opera siempre a partir de un sustrato preexistente, ya sea una mitología nacional o un complejo de odios y prejuicios tradicionales. Se trata de difundir argumentos que puedan arraigar en actitudes primitivas.
-Principio de la unanimidad:
Llegar a convencer a mucha gente de que piensa "como todo el mundo", creando una falsa impresión de unanimidad.

   Estoy convencido de que estas once reglas son estudiadas en las facultades de periodismo, ciencias políticas (¿desde cuándo la política es una ciencia?, ¿desde cuándo es algo científico si son todo palabrerías?) y marketing y publicidad. Algunos las toman prestadas sin saber de dónde provienen ni las consecuencias que tuvieron en el pasado y otros, simplemente, las toman como suyas cuando quien las creó fue el régimen nazi para hacer lo que hizo y no llegar a hacer lo que tenía pensado. Propaganda, publicidad, marketing y política actual: Goebbels es el padre.