Privilegiado: 1.- adj., sust., que goza de un privilegio. 2.- adj., que sobresale extraordinariamente dentro de su clase (Fuente: RAE).
Un sentimiento que me inunda desde hace muchos años, y que se verificará dentro de no pocos, es el de sentirme un privilegiado. La razón es sencilla: la visión del cometa Halley a comienzos del año 1986 supuso un punto de inflexión en mi, hasta entonces, breve vida en este mundo. Contaba yo, por aquél entonces, con 12 años y, junto a mi padre, decidimos que había que visionar aquella rareza con nuestros propios ojos. Así pues, como la ventana de observación del cometa duraba algunos días, decidimos ir a Cabo de Gata a pasar la noche del fin de semana y madrugar (mucho) para verlo en el faro de Las Salinas, situado a pocos kilómetros de la población. En aquella época de pseudo-inocencia y albores democráticos, aún no contaba con el vallado actual ni con los sistemas de seguridad que requiere el presente, por lo que se podía acceder a pie, por una estrecha escalinata, desde el aparcamiento (un pequeño descampado sin asfaltar en el que ahora hay un mirador) hasta la misma puerta de entrada del faro, situada de cara al mar en un pequeño pasillo al aire libre. Con todo y con ello, allí estábamos en el frío amanecer de comienzos del mes de febrero de 1986, pertrechados con bufandas, gorros, unos buenos prismáticos y la más absoluta ilusión por ver algo distinto y sublime. Y lo vimos. Con prismáticos y a cara descubierta. Se podía ver a simple vista. Fue impresionante. Y lo mejor de todo es que lo recuerdo como si hubiera ocurrido ayer mismo. Alrededor de 1 hora estuvimos allí de pie pasando un frío casi engelante, embobados con tamaño espectáculo, hasta que el Astro Rey fue imponiendo su luminosidad a la vez que se apagaba el cometa en su paso por el cielo despejado. Maravilloso. Volvimos con una sonrisa en los labios, no sé si mi padre más que yo, y dormimos algunas horas antes de volver al día a día de siempre.
Entonces, ¿por qué creo que soy un privilegiado? En su primera acepción, según lo descrito al comenzar estas líneas, porque me acuerdo de aquel día y del cometa con gran lucidez y porque podría volverlo a revivir en el verano del año 2061... contando ya con casi 90 años. Todo un privilegio. Sí, podría ser, y me convertiría en una de las pocas personas en el mundo que vieran en su vida dos veces el cometa Halley, ¡qué ilusión! Porque no es sólo el echo en sí, sino lo que rodea a ese acontecimiento que hace rememorar cómo era yo y la vida que vivía en aquél 1986. ¿Cuántas personas podrían lograr algo parecido? No se sabe, porque puede ser que muchos niños de la época lo vieran aunque no creo que a un niño le interesara, por su propia voluntad el visionado de un objeto celeste que surca el cielo, salvo que sus padres mostraran interés, pero incluso si así fuera, de los pocos niños que lo vieron, no todos lo recordarían o se les habría olvidado sumido en un rayo de luz de su día a día, y ¿cuántos de aquellos niños que lo vieron y lo recuerdan, llegarán a verlo en el año 2061? Se intuye rápidamente que un número ínfimo entre los que me quiero incluir, y lo lograré, lo sé, y dejaré mi huella en este mundo como una de las poquísimas personas que vieron el paso del cometa Halley y lo recordaron las dos veces.