jueves, 15 de mayo de 2014

Misantropía y el mito de la caverna

   En la sociedad actual, la sociedad de la información, de las comunicaciones, post-moderna, hiper-rápida pero vacía y sin valores, la elección de ser misántropo es un lujo al alcance de pocos. Un misántropo no quiere el contacto con otros seres humanos y trata de encerrarse en su burbuja, en su caverna, pero siente frustración por no poder conseguirlo. La capacidad del sistema social actual es tan grande para mantener atrapadas a las personas que lo forman que, incluso una vez muerto, han de ser los familiares o allegados los que le digan a la sociedad, a los bancos, a las redes sociales, a los proveedores telefónicos, a la Dgt o al ayuntamiento de turno “esta persona falleció, salió del sistema, no le reclamen nada más, por favor”.
   Morirse es caro, doloroso y engorroso para los que quedan. Es muy desesperante que sigan llegando cartas del banco del fallecido muchos meses después del deceso, incluso habiendo avisado en su momento a dicha entidad. Y qué decir del cementerio donde descansan sus restos. Mejor no hablar.
   El mito de la caverna de Platón trataba de mostrar, muy básicamente, lo que le sucede a una persona cuando se le muestra tergiversado el mundo que le rodea, sin capacidad de análisis, solamente guiándose por sus sentimientos y sensaciones.
   La misantropía implica querer ser el protagonista del mito de la caverna. Supone una necesidad de querer salir del sistema sin tener que acabar detrás de una pared de ladrillos con flores a los pies. ¿Nadie se da cuenta de la contradicción de la expresión “red social”? Una red sirve para atrapar a presas para después matarlas o liberarlas, según el criterio del que maneja la red pero siempre en el sentido de dar caza, de mostrarse superior a las presas que sufren sea cual sea su final. ¿Nadie se siente atrapado, cazado, en una red social? Ovejas que siguen al pastor. Si no te identificas con una oveja porque esa frase está muy manida, quizás es porque eres una mosca más de los diez mil millones de ejemplares que pueblan el mundo. Pero todos sabemos lo que comen las moscas… en este punto sí te apetece identificarte con una oveja.
   Un misántropo no es una oveja ni una mosca, metafóricamente hablando, porque tiene conocimiento de lo que le rodea y posee espíritu crítico y capacidad de razonar y entonces es cuando choca con la sociedad en la que vive, que no le deja ni pensar ni razonar y se ve abocado a la misantropía de su propia caverna aunque no es un camino fácil.
   Es evidente y está en la naturaleza humana que el hombre es un ser social, ha de estar en contacto con sus semejantes pero esta afirmación implica, implícitamente, que esa relación ha de ser beneficiosa para todas las partes. ¿Qué sucede cuando ese contacto es siempre perjudicial para una de las partes? Obviamente, la parte afectada, tiende a alejarse de lo que le produce un daño moral porque no puede hacer otra cosa, tiende pues a una forma de misantropía y a tratar de involucrarse lo menos posible en los problemas que rodean su existencia intentando profundizar cada vez más en su propia caverna, sin ser egoísta porque ya intentó mejorar lo que no podía ser mejorado. Esa sociedad distópica no es lejana, es nuestra sociedad.

   ¿Pesimismo? Sal a la calle y analiza lo que te rodea. O no salgas a la calle, enciende la televisión o mira las noticias en internet. Ahora lo entiendes, ¿verdad?